Entre Cuentos y Encuentros

Ante todo una Princesa de Dios… la lectura, la escritura y la independencia son añadiduras.


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La granja

¿Recuerdas aquéllos días soleados en la granja del tío Fortino y las inmensas nubes de algodón? Como olvidarse de los juegos como las escondidas o el tren de papelitos naranjas que quedaban vacíos después de usar las estampillas del album de Bambi. Ni tampoco es posible olvidar ese olor tan escándaloso, para mi revoltoso, que casi me hacía vomitar, sí el de aquél pobre borreguito, cuyas tripas cocinaban mis tías al aire libre como si fuera una sopa más. No pretendo revivir, tales y hermosos momentos, pero si mantener firme en mi pensamiento, eso días de la infancia en que los dos nos abandonabamos al deleite de la confianza, del cariño y del amor que tíos, tías, primos, primas, abuelos, patos y gallinas nos daban en borbotón.

A veces recuerdo que ni adiós a mamá decíamos, cuando el día llegaba de tomar el autobús rumbo a la granja. No recuerdo siquiera que hayamos hablado con mamá o papá durante nuestra larga estancia, ¿sería acaso que sólo ese amor de granja bastaba? No lo sé a ciencia cierta, pero sé que tales recuerdos existirán en mi cabeza hasta el día en que mi alma envejezca. Obviamente pido a Dios me libre de esa enfermedad grotesca que nos hace un «delete» a los recuerdos mas preciados, ojalá y para ese entonces ya haya algún antivirus inventado, de otra forma, dejaré todo en manos de alguna libreta rota.

Me gusta mucho recordar todo esto, es como voltear un momento hacia atrás y saberte feliz en esos momentos. Mi vida no es infeliz ahora, sólo que a veces, esta escasa la dulzura, y son precisamente esos días los que me vuelven a la cordura.


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Llegó ese día, a todos nos llega ese día, en algún tiempo y lugar desconocidos, pero llega.

A algunos les llega el día de casarse, a otros el día de ser padres, y a otros, muchos días de primeras veces, y sí, son días importantes e inolvidables, pero hay un día singular, un día luminoso y cargado de amor, ese día es el día en que conoces a Dios, el día que no sólo es inolvidable sino ETERNO. Es decir, jamás de los jamases lo podrás apartar de tu día a día.

Ese día eterno es tan especial, que cada vez que tienes la oportunidad de revivirlo algo nuevo vuelve a suceder, y nuevamente vuelves a ser sorprendido. Así de increíble es la presencia de Dios. Su poder y gracia son simplemente infinitos y no hay nada que se le compare.

Es difîcil describir lo que se siente cuando la presencia de Dios esta cerquititititas en el nombre de Cristo Jesús, pero es algo tan bello y auténtico que no te puedes quedar callada, y el corazón sientes que vibra sin cesar, con un gozo tal que la felicidad y la alegría se ven ensombrecidos al lado de este nuevo sentimiento.

Sí, eso es, un nuevo sentimiento que sólo puedes experimentar si le extiendes tu mano a Jesús, lo recibes en tu corazón, le dices POR FAVOR SÉ MI GUÍA,  y «voilá» … automáticamente el Espíritu Santo empieza a hacer su chamba y cosas «mágicas» (que no son magia sino GRACIA DIVINA) empiezan a suceder en tu vida. Y nuestro corazoncito, cual morral inmensamente vacío empieza a llenarse poco a poco hasta desbordarse.

Y es justo ahí cuando ese nuevo sentimiento sale a flote. Y como plantita hay que cuidarlo para que no se quede vacío de nuevo. Hay que cuidarlo diciendo NO a las cosas que afligen a Dios, ésas que hacen cerrarle el paso a las bendiciones y abrirle la puerta a los desastres.

¿Cuales desastres? pues esos de los que nos quejamos cuando decimos, ay, no tengo dinero, ay, ya me dio gripa de nuevo, ay, que horrible dolor de cabeza, ay, me chocaron el carro, ay, tengo insomnio, ay, mejor me divorcio, ay, me robaron todo mi  sueldo, ay, robaron mi casa, ay, ay, ay,ay……  créanme, todos esos «ay-es» son porque elegimos decirle NO a Dios, y vamos corriendo a decirle SI a los placeres engañosos de Satanás. Entiendan una cosa, cuando esos «ay-es» aparecen no es castigo de Dios, al contrario, es aflicción para Jesús, y alegría para Satanás.

Pero bueno, esas mentiras de Satanás son en realidad vendas en los ojos que nos impiden ver la luz de Dios, pero podemos eliminarlas y mantener nuestro corazón lleno de la gracia de Dios, a través de actos como la bondad y amor a nuestro prójimo, a través del perdón a aquéllos que nos dañaron y también pidiendo perdón (no disculpas) a los que dañamos, a través de la oración (no repeticiones) íntima con Jesús para que interceda ante nuestro Padre Celestial, a través de la adoración, a través de la caridad. Y puedo seguir con la lista, pero todo se resume a un par de cosas: HACER COSAS AGRADABLES A LOS OJOS DE DIOS Y ORAR.

Quizás parte de lo que leyeron se les hará imposible, inimaginable, pero CRÉANLO, si aceptan a Jesús como su guía, lo imposible será posible y todos los «ay-es» irán desapareciendo uno a uno antes sus ojos.

«Por tanto os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá» Marcos 12:24

«Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible»  Marcos 9:23

Crean con todo su corazón, Dios vive, Jesús los ama, y los esta esperando con los brazos abiertos para guiarlos. NO LO DUDEN.

Recibe a Cristo!

¡Recibe a Cristo!


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El Loco del 31

Estaba loco porque decidió aparecer justo el último día del año. Nada logró persuadir a Alfonso de no hacerse presente en la capilla de San Sebastián de los Mártires. Alfonso sólo quería llegar y encontrarse con ella. A Alfonso no le importaba el rechazo que bien merecido se tenía de Adela. Estaba loco, – Alfonso, claro -, estaba loco porque justo ese 31 de diciembre de un año que no quiero recordar, él decidió llegar y gritar en medio de la ceremonia religiosa de fin de año, pues eso, que estaba loco y perdidamente enamorado de Adela. Adela que con 5 hijos, un restaurante y muchas deudas pensaba en todo menos en el amor. Adela que con achaques a sus 30 años, sólo deseaba un día de paz y soledad. Pero Alfonso, estaba loco y no entendía razones. Y estaba tan loco, que realmente no quería casarse, ni vivir con ella, ni estar cerca de ella. Alfonso sólo necesitaba sacar de su pecho esa sensación de ardor en el corazón, que no lo dejaba pensar, ni articular palabra o acción alguna. Por eso estaba loco. En el momento en que soltó las palabras que lo traían atolondrado volvió en si, pidió disculpas y se retiró. Nadie volvió a saber de él. Adela siguió esperando el día de paz y soledad, que por cierto, llegó un 31 de diciembre, pero 30 años después, justo luego de un mes continuo de lluvia en el pueblo, que inundó todo. No había nada que hacer, salvo esperar que las aguas bajaran, y en medio de la desolación, su anhelado día llegó. Y del loco de Alfonso, sólo se que se instaló en Siberia, a terminar de enfriar el corazón.


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Pensares lluviosos ( I )

A veces pienso que el corazón no es ese músculo acolchonado color rojo que tenemos en el pecho, más bien pienso que el corazón esta afuera. Esta en la música que te anima a moverte y desparpajarte. Esta en la lluvia que te hace despertar de un día aletargado y te exige olerla, verla, escucharla. Esta en la sonrisa divina de un niño. Esta en las noches de exquisito descanso. Esta en el deleite de un abrazo del mar. Esta en una relajante taza de chocolate caliente. Y al final, esta en todas esas cosas que nos hace ser humanos.  Entonces el corazón no es un aparato fibroso-musculoso. El corazón es ese «algo» que nos permite a ti y a mi, disfrutar de la vida. Sí, eso es.


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Testigos

Abro mi vaso de nieve sabor moka y mientras saboreo la primera cucharada empiezo a recordar. Ese día el huracán Alex azotaba Monterrey y acá, en casa, en la radio escuchábamos una alerta de evacuación inmediata de la zona centro, esto debido al posible desbordamiento del Río Bravo. Recuerdo que llamé inmediatamente a mi madre, pues sus negocios estaban en la zona de riesgo, y así, mi cuñado y yo tomamos las dos camionetas y nos fuimos a toda prisa para sacar toda la mercancía posible y llevarla a casa.

Justo cuando terminábamos de acomodar las últimas piezas, sucedió. Un pequeño y modesto auto, a una cuadra de dónde nos encontrábamos, había sido levemente golpeado en la parte trasera por una camioneta. Los hombres del auto reclamaron, como cualquier automovilista molesto por el descuido del «de atrás». ¿Saben?, jamás esos hombres del auto debieron haber reclamado. El de la camioneta que iba al volante se bajó con pistola en mano, sacó a golpes al conductor de auto y acto seguido, otros 3 hombres armados se bajaron de la camioneta y sacaron a 4 hombres más del auto.

Nunca en mi vida pensé ser testigo de la brutalidad, la prepotencia y la humillación que esos jóvenes hombres armados estaban llevando a cabo hacia los otros 5 hombres desarmados, a los cuales, además de golpear, semidesnudar y descalzar, subieron a otras 3 camionetas de lujo con más hombres armados. Una patrulla que se acercaba a donde estábamos, apagó sus luces y retrocedió, tratando de no ser vista. Nosotros unas 10 personas entre trabajadores del centro, mi cuñado y yo, observamos todo.

Nada ni nadie tiene derecho a ser abusado. Es tan… ¡Ahh!, no encuentro la palabra adecuada para describir mi mal sentir. Ahora que lo recuerdo todo de nuevo, sé que debí «huir», «esconderme», pero una ola de frío me paralizó. Mis ojos y mi razón desconectados de la conciencia, captaron y guardaron en la memoria un evento cruel de seres humanos que no tienen nada que perder, y por lo tanto, altamente peligrosos. Sí, aquí vivo y diariamente pido a Dios no volver a presenciar algo así.

Vuelvo a mi vaso de nieve. Algunas veces es necesario endulzar un poco los recuerdos (literalmente).

 


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De cuando quieres ser

Quiero ser lluvia

y caer por la tarde,

cuando mis destinatarios están preparándose para el descanso

y las hojas de los árboles están cansadas de tanto sol.

Quiero ser lluvia

y caer sobre un paraguas de caminar pausado,

ése que sólo los pares de enamorados

saben hacer con cadencia,

y dulces pasos.

Quiero ser lluvia

para alimentar las tierras de parcelas, jardines y macetas

y conocer nuevas caras a mi regreso.

Quiero ser lluvia

y escuchar la voz de la alegría,

ésa que brota de los niños al salir corriendo a mi encuentro

y que inunda el ambiente entre chapoteos y risas.

Quiero ser lluvia.


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Bonita

Bonita la música

que medita en las letras

en el aire, en la brisa.

Bonita la risa

que deslumbra como un sol,

tu risa, mi risa,

las risas.

Bonita la mar cual galopante corcel

impaciente, sin riendas

igual que tus dedos trotadores de mundos,

explorando nuevas fronteras.

Bonito es tu lunar

que atrae mis labios

cual hipnotizador,

a tu merced.

Bonito sentir tus suspiros

cuando te acercas, -me besas-

y decir: te amo

en silencio, como los gatos.

Bonito cumplir

sin mentir,

sin miedos.

Bonito perder la cordura

y celebrarlo,

contigo.

Bonito inspirar

Bonito respirar

Bonito el espiral

Bonito, todo es bonito.


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Amor a primera letra

Las letras y yo iniciamos nuestro romance hace ya muchas páginas, hace ya muchos lápices, hace ya muchas plumas de gel con aroma, hace ya muchas teclas, hace ya mucho. Empezó cuando sólo mis ojos las reconocían a través de sus formas, ya saben, «bolitas», «palitos», «rayitas», «viboritas». Después, me fueron dados a conocer sus nombres: «eme», «ele», «efe», y así. Hasta que finalmente mis manos y dedos en complicidad con mis ojos y neuronas se hicieron íntimos amigos de cada una de ellas. Nuestro inicio no fue sencillo ni terso, bien dicen que nada es fácil en esta vida, y mi amor por las letras no fue la excepción. Tuve que derramar lágrimas para aprender a leerlas todas juntas en lugar de una por una; tuve que aprender a respetar sus puntos, sus comas, sus acentos y espacios, y fue tanto el respeto que me fue encomendada la acción de demostrarlo en cuanto concurso de ortografía se presentaba -¡Sí!, miedo y pavor sentía con todos esos ojos de monstruo, acechando cualquier falta de respeto hacia ellas-, pero al final salíamos victoriosas ellas y yo, y quedaba demostrado, muy en alto, mi amor por ellas.

Pero no crean que todo fue espinoso en nuestro andar ya que después de un par de años, llegó la paz a nuestra relación. Un día de cumpleaños las letras se revelaron ante mi como brisa fresca en un día caluroso. Allí estaban, todas ellas, muchísimas de ellas, plasmadas en brillantes hojas ilustradas, dándole forma a un nuevo mundo. Descubrir su nueva cara, hizo que les perdonara todo el sufrimiento causado al inicio. En verdad, las letras se redimieron y con creces. Verlas, o mejor dicho, leerlas en distintos empaques y colores que me trasladaban a universos desconocidos, lograba que me sintiera la niña más feliz de la Tierra. Así fue como ellas me dieron la bienvenida a su reino. Ese reino dónde puedes ser y estar donde tu quieras y donde lo único finito es el infinito.

A partir de ahí quise ser más que sólo admiradora de letras. Decidí ser su amante y enredarme en ellas. Nuestro amor, al ser un todo, tenía el poder de crear nuevos mundos, describir sueños y fantasías, asumir en papel esos encuentros y desencuentros, en una palabra abrir puertas, hoyos y ventanas a otras dimensiones, tal como las que ellas les permitían a esos grandes escritores. Sí, lo sé, vaya osadía la mía, querer crear historias o mundos tan maravillosos como el de Saramago o Neruda o García Márquez o Borges, -¡qué tontería!-, así que opté por llevar mi amor en secreto, no fuera a ser que esos grandes escritores se sintieran ofendidos por mis creaciones, no fuera a ser que en casa me descubrieran y se burlaran de mi amor secreto, no fuera precisamente a eso: a ser.

Escribir en la «clandestinidad», es decir, en servilletas de papel durante largas esperas en aeropuertos o en aviones, en hojas de cuaderno que luego eran arrancadas, dobladas y bien guardadas, en diarios color de rosa que escondía muy bien y en blogs a los que ponía mil y un candados, en fin, en lugares donde ningún ojo mirón pudiera cuestionar mi amor secreto, era mi escape a la libertad, mi forma de quitarme las ataduras que me mantenían siendo una brillante profesionista en este mundo lineal y sistemático, tan acorde a lo establecido.

Seguro se preguntarán, -pero, ¿de que mundos maravillosos nos hablas?- bueno pues de esos mundos donde uno descubre la historia de la humanidad, la belleza de las artes, la sensibilidad de una nación, la violencia de una guerra, la ternura del primer amor, lo increíble de la ciencia, lo grandioso de la misericordia, los milagros de la vida, la profundidad del mar, lo enamoradiza que es la luna, incluso el aroma de las flores o de lejanas ciudades, el canto de las sirenas, la virtud de las lombrices, lo inimaginable de la ficción, lo divertido que resulta ser irreverente y no tener reglas, la crueldad de los patanes, los mil y un colores del cielo, en fin, el amor en todas sus presentaciones, y cosas por el estilo. ¿Has pensado tú querido lector, de lo que te has perdido por no leer y/o escribir?

Afortunadamente, mi amor por las letras, éste gran amor escondido, ha salido de la clandestinidad de la que ya hablaba, justo a partir de un bendito acontecimiento que me libró de un desastre seguro, y donde finalmente estoy abrazada eternamente a ellas, cual vil enredadera de la selva a gigantescos árboles y que va buscando siempre la luz, la del sol, para poder sobrevivir, para poder ser. Pienso, creo, siento, que este enredado amor hacia las letras trepará cualquier obstáculo, simplemente porque ya es libre de escribir donde sea, a quien sea y como sea.

Este amor echó raíces desde aquellos días en que para mí ellas solo eran percibidas como «bolitas», «palitos», «rayitas» y «viboritas». Este amor, sin querer, y queriendo, empieza a echar letras propias, letras grandes, de esas que son de verdad y saben a mi.


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El farol

Hace mucho tiempo, antes de que hubiera carreteras por todas partes y grandes centros comerciales, existían en su lugar riachuelos, arbustos y pequeños árboles. Debido a eso, era imposible no ver un árbol frondoso y de gran altura que sobresalía del paisaje y al cual los vecinos llamaban Farol.

Una noche, Farol dormía plácidamente al compás de la suave y breve brisa marina que alcanzaba a sentir a través de sus hojas. De repente sintió un cosquilleo. Era una luciérnaga y era tan brillante que pareciese que el mismísimo sol la había encendido.

Farol despertó y se preguntaba cual sería la razón por la que una luciérnaga había volado tan alto si su lugar de vuelo eran los arbustos. Fue entonces que se dirigió hacia la luciérnaga y le hizo la pregunta.

La luciérnaga casi se apaga del susto al escucharlo hablar. Farol se sintió mal por haberla asustado y explicó que no era su intención, al mismo tiempo que la luciérnaga iba recuperando su brillo. Ella le respondió que siempre había querido saber como eran sus hermanas, las de «arriba», en especial la gigantona sonriente. Farol soltó una sonrisita, y solo atinó a responderle que sería un gran honor para él servir de medio para que el resto de sus hermanas de «abajo» conocieran a las de «arriba». La luciérnaga se encendió más del gusto y agradeció a Farol.

Desde entonces todas las noches, después de las diez, Farol se enciende y agita un poco sus ramas (es el efecto de las cosquillas) y hace que la luz llegue a diferentes puntos del valle. De ahí que los vecinos lo hayan bautizado así, pues su luz guía a los vecinos a llegar seguros a casa.